Aquí vuelvo con otra entrega de las aventuras de nuestro caballero penitente:
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Hola a todos.
Aquí vuelvo con otra entrega de las aventuras de nuestro caballero penitente:
"Forzando el paso una vez abandonada la espesura y cruzado el arroyo, desde donde un pequeño zorro parecía despedirse de él, al atardecer regresó al asentamiento de los leñadores. Había una gran hoguera en la plaza del lugar y se oía música. Una lujosa carroza con un tiro de seis buenos caballos estaba aparcada a un lado del camino. Cuatro soldados armados con arcos, rodelas y sables lo custodiaban. Vestían el uniforme azul y verde del reino. Lo ligero de su armadura y los turbantes a la manera alrusiana los delataban como miembros de la infantería de marina. Sus monturas pastaban en las inmediaciones. El paladín los saludó al pasar. Ellos, adustos, se limitaron en evaluar su rango de amenaza y sopesar lo oportuno, o no, de cortarle el paso, para finalmente desestimar la idea. Tal vez tuviera algo que ver en su decisión un movimiento de cortinas dentro de la carroza, o tal vez no.
El caso es que un personaje de importancia había recalado en el poblado. Si era para bien o para mal, eso estaba por ver. Bordeó la plaza para echar un vistazo. Los vecinos habían sacado tres largas mesas con sus bancos. En largos espetones daban vueltas a pollos y corderos. Las porciones se distribuían en bandejas de madera. De madera eran también los vasos en que se bebía el licor y la cerveza del lugar. Un trío de rabelistas amenizaba la recepción. El alcalde agasajaba a un noble de pelo rubio platino, piel morena y ojos verdes, vestido de terciopelo y armiño al estilo de la corte, que sonreía afable y se sentaba escoltado por otros dos soldados. Apenas comía las jugosas carnes que tenía ante sí. Y cuando se llevaba el cubilete a los labios era un leve sorbo el que llegaba a su garganta. "