A veces la mejor forma de sobrevivir en cambiar, las cosas evolucionan, la vida se adapta o desaparece. Y a pesar de todo eso, la humanidad siempre ha pensado que era suprema, que su inteligencia y habilidad la hacía capaz de controlar y dominar el mundo a su antojo, su necesidad y deseó.
Quizás esas aspiraciones fueron las que llevaron a las personas a querer más en un acto egoísta. Poder, curación, inmortalidad... Así es, la vida eterna, nexo de las aspiraciones humanas desde su basta existencia no era más que el culmen de su destrucción. Muchos dicen, no puedes lograr algo sin consecuencias, por eso en vez de una cura, la panacea paso a ser un virus. El popular y hasta entonces irreal virus zombie cobró vida gracias a gente que se inspiró en ello, pensando que no era posible, creyendo que era controlable.
Y tal como se predijo en las fantasías y ensoñaciones de muchos, acto a acto, se fueron sucediendo los eventos de un nuevo exterminio del mundo, a manos de la humanidad.
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Dos días después de los incidentes en Atlanta, alguien perdió la cordura y liberó la cepa que estuvo encubando en diferentes sujetos. No todos los efectos provocaban perdida de control o canibalismo. Pero los efectos iniciales, fiebre, temblores, comportamiento errático, parada cardíaca. Obviamente no levantaban alertas, la gente ya no creía en cosas así, el virus era lento y todo parecían casos de locura, violencia y homicidio. Los sujetos recuperaban el control esporádicamente, la enfermedad se extendía ante la confusión y los intentos de huir, pánico, paranoia miedo.
Las cepas empezaron a detonar en fuerza bruta y aumento de las capacidades corporales, físicas e incluso mentales. Pero en algunos casos los daños o debilidad provocaban la perdida completa de la consciencia controlable, dejando el instituto de alimentación, para regenerar los daños sufridos en el sistema del individuo afectado.
Poco a poco la sociedad se degradó, nadie confiaba en nadie, las noticias eran extraños, los políticos hacían su paripé, hasta que se demostró que ya no podían contener los casos. Entonces y solo entonces... La humanidad fue consciente de que no sabría sobrevivir a aquello.
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Tres meses después... En una ciudad metropolitana hay toque de queda hace un mes, una sirena automática que atrae a caminantes a los postes con megáfonos, el silencio se respira, mientras aprovechando la distracción y que los monstruos son visibles, algunos se mueven por las esquinas y los tejados en busca de víveres, mientras la lluvia hace mayor la confusión entre las luces que empiezan a fallar, mientras los civiles casi han sido abandonados a su suerte en las ciudades.