Por fin acabe Blades in the Dark. Un #JdR cargado de buenas ideas que se convierte en una amarga decepción. Quería que me gustara, me podría haber gustado. Tiene ideas fantásticas, como el estrés, las escenas retrospectivas, o algunos aspectos de la gestión de la banda.
Incluyendo la reclusión de parte de sus miembros.
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Por fin acabe Blades in the Dark. Un #JdR cargado de buenas ideas que se convierte en una amarga decepción. Quería que me gustara, me podría haber gustado. Tiene ideas fantásticas, como el estrés, las escenas retrospectivas, o algunos aspectos de la gestión de la banda.
Incluyendo la reclusión de parte de sus miembros.
Estoy seguro que si John Harper hubiese echo otro ejercicio de síntesis como en sus anteriores juegos yo estaría aullando sus excelencias. Pero como la escena del restaurante en El sentido de la vida (Monty Python's The Meaning of Life, 1983) #BitD es un cubo de vomito. Una mesa abarrotada de platos creados solo para satisfacer la gula de un consumidor que quiere que lo ha comprado pese. Arquetipo encarnado de la embrutecedora fuerza del mercantilismo.
Y no, todavía no lo he probado ni dirigido ni jugado. Y si estoy totalmente seguro que pueden jugarse partidas divertidisimas como se pueden jugar a pesar de D&D. O contar historias memorables como las que se cuentan a pesar de cualquier juego de MdT. Pero no estoy hablando del uso que se le va a dar a este producto. De lo que se puede conseguir pese a el. Si no de la impresión que me produce un texto del que, hasta el presente, era uno de mis autores preferidos.