Aquellos dos muchachos no eran muy listos. Byron Smith lo sabía. Pero no sabía que fueran tipos duros. Lo habían cazado aquella tarde cuando compraba un perrito caliente para después subir a comérselo al despacho donde tenía su oficina de investigador privado. Y se la debían tener jurada, porque le pusieron una pistola en el costado y lo obligaron a subir a una ranchera de color negro donde esperaban dos tipos más. Después lo llevaron al sótano de una vieja fábrica abandonada a las afueras de la ciudad. En ese momento, la mente de Byron Smith comenzó a cavilar a toda velocidad. Todo había empezado un mes atrás cuando Fastshooting Brian apareció por su despacho para pedirle que guardara una maleta repleta de dinero. Hasta los topes.
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Ingenio Salvador.
Aquellos dos muchachos no eran muy listos. Byron Smith lo sabía. Pero no sabía que fueran tipos duros. Lo habían cazado aquella tarde cuando compraba un perrito caliente para después subir a comérselo al despacho donde tenía su oficina de investigador privado. Y se la debían tener jurada, porque le pusieron una pistola en el costado y lo obligaron a subir a una ranchera de color negro donde esperaban dos tipos más. Después lo llevaron al sótano de una vieja fábrica abandonada a las afueras de la ciudad. En ese momento, la mente de Byron Smith comenzó a cavilar a toda velocidad. Todo había empezado un mes atrás cuando Fastshooting Brian apareció por su despacho para pedirle que guardara una maleta repleta de dinero. Hasta los topes.
- Sé que eres un detective privado en el que se puede confiar. Esto que te traigo aquí es producto de nuestro último atraco. Debe de haber un par de millones, quizá tres. Y se los he birlado a mis compinches. El 10% será para ti si me guardas el dinero durante un mes.
Aquella era un oferta que no podía rechazar. Lo que jamás imaginó es que en aquel preciso momento, ya encerrado en un sótano con olor a desinfectante de morgue, le iban a enseñar las dos orejas cortadas y un dedo anular ensangrentado con un grueso anillo metidos en una caja y entre algodones que él identifico de inmediato como parte de la fisiología de Fastshooting Brian.
- Así que aquí estamos - dijo el que parecía ser el jefe de los cuatro hampones.
- No sé de qué me habláis - dijo Smith con un hilo de voz.
La respuesta fue un fuerte bofetón en la cara de una mano que bien podría ser la de King Kong.
- Está bien - dijo cuando le dejó de pitar el oído, porque era un hombre valiente - yo tengo la pasta. Os la entregaré.
A continuación les dio las llaves de su despacho y les indicó que la maleta con la pasta estaba guardada en el único armario que allí tenía. La maleta con el dinero no tardó mucho en estar en el cubil de aquellos cuatro indeseables.
- Y ahora tenemos un problema - dijo riendo entre dientes el que parecía ser el jefe de la banda -. ¿Lo dejamos vivir o nos lo cargamos?
- Yo voto por liquidarlo aquí, ahora - dijo uno con aspecto de armario ropero desdentado. Los demás asintieron con divertidos gruñidos.
- Tengo una idea. Vamos a jugar - dijo el jefe, dejando entrever un diente de oro en su media sonrisa-. Si nos dices una mentira te matamos lentamente y si nos dices una verdad verdad te matamos rápidamente.
En ese momento se encendió una luz en la estresada mente del investigador privado Byron Smith.
- Que tipo tan listo estás hecho - dijo el jefe de la banda al escuchar la respuesta-. Tu inteligencia me ha hecho cambiar de opinión. Total, ya tenemos la pasta con nosotros. Puede que en el futuro nos hagan falta tus servicios. Lárgate de aquí.
Pregunta: ¿Qué fue lo que les dijo el investigador privado Byron Smith a sus captores para que no le matasen?
Pista: Usó exclusivamente la lógica y un juego de palabras.