Acomodó su arma en la hendidura de un tronco muerto, apuntando en dirección al montón de juncos y hierbajos. Para un ojo no habituado habrían pasado por un montón de basura más, arrastrado por la crecida del río y varado allí junto a la orilla. Sin embargo, la entrada semioculta bajo el agua le contaba la verdad: había dado con la guarida de la Criatura.