Hola de nuevo. Buen fin de semana a todos.
Nueva entrega de las andanzas del caballero negro disponible en mi blog:
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Hola de nuevo. Buen fin de semana a todos.
Nueva entrega de las andanzas del caballero negro disponible en mi blog:
“La demora en su regreso propició que el anochecer los alcanzase. Sus monturas avanzaban al paso, renuentes a obedecer. Era ya de noche cuando llegaron al pueblo, pero el paladín insistió en acompañar a Lorena hasta su casa. De las cuatro lunas, era la blanca la que regía la estación, pero el cielo estaba cubierto. Con el viento sur siempre era igual. Durante días soplaba, empujaba y arrastraba las nubes de tormenta contra las estribaciones de la meseta pallanthia hasta desatar violentos aguaceros. Entonces podía estar otro tanto lloviendo. De ahí que los lugareños diesen a ríos y arroyos nombres como el Terrible o el Turbulento. Sus estrechos y pendientes cauces no daban a basto a desaguar tanto caudal. Arrastraban árboles y tierra. Cuál encarnación de fuerzas elementales destruyen y fertilizan por igual. Con razón se los veneraba lo mismo que se los temía.
Pero no sería esa noche. Esa noche el viento del delirio rugía sin descanso. Aunque a Tudorache, una vez se acostó, exhausto tras las emociones y exigencias de la jornada, le trajo sin cuidado y durmió profundamente.
Al contrario de otras veces, el canto del gallo lo encontró soñando. Debió ser un dulce sueño, pues una cálida emoción lo embargaba. No obstante, los detalles se diluyeron de su memoria conforme la realidad inundaba sus sentidos.”
Hola de nuevo.
Continúo con la historia de Tudorache el caballero penitente:
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Hola de nuevo.
Continúo con la historia de Tudorache el caballero penitente:
"El resto de la jornada transcurrió entre rastrillos de paja sucia y palas de estiércol. Las pilas a las puertas del establo crecieron a buen ritmo. Para asombro de los curiosos, aquel caballero de porte orgulloso y acento extranjero demostró ser ducho en esos quehaceres. Poco o nada sabían ellos de las muchas obligaciones que recaían en los jóvenes escuderos. Entregados para su aprendizaje a tíos maternos u otros familiares lejanos, el trabajo duro, en el mejor de los casos, o la pura y simple explotación, en el peor, pasaban a formar parte de su vida cotidiana. No obstante, Tudorache había sido de los afortunados. Aquellas faenas le traían los buenos recuerdos vividos con su hermano. También agradecía la satisfacción que le producía el trabajo honesto y el sueño reparador que traía consigo el cansancio. En especial con ese persistente viento sur que azotaba la comarca día y noche.
Por allí rondaba el ocioso Conrado. No escatimaba en malicia. Pero al ver que sus pullas caían en saco roto, pronto dejó de aparecer por allí. Los que sí se acercaron fueron los labriegos del lugar. Era buen abono el que estaba acumulando el caballero. A ellos los envió a hablar con el posadero y al día siguiente acudieron con sus carros para retirarlo. Algunos consideraron oportuno ayudarlo para asegurarse que ningún otro convecino codicioso cargara antes que ellos y les dejase sin nada. Gracias a estos brazos extras empeñados en la labor el establo estuvo limpio para la noche. Uno de ellos se comprometió a suministrar la paja de los lechos.
A la hora de la cena el posadero lo sorprendió ofreciéndole una copa de aromático y oscuro vino. No había visto que ninguno de los parroquianos bebiese otra cosa que el orujo o la cerveza local."
Hola a todos.
Continúan las andanzas de nuestro amigo común en "El Caballero Negro y el Corazón del bosque".
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Hola a todos.
Continúan las andanzas de nuestro amigo común en "El Caballero Negro y el Corazón del bosque".
"Antes de irse de la posada regresó a las cuadras. Mordiscos lo saludó intentando restregar el morro contra él, pero lo contuvo. No quería terminar con la ropa sucia de mocos y babas. En vez de ello, le rascó tras las orejas, como bien sabía que le gustaba. Después comprobó las guardas que protegían sus alforjas. Estaban intactas. Haría falta un ladrón muy temerario, u orgulloso de sus habilidades, para robar a un clérigo guerrero o a un paladín durante sus peregrinajes. Las maldiciones impuestas a quien perturbarse los glifos protectores podían ser tan crueles como impedir que sus heridas cicatrizasen o tan ingeniosas como arruinar sus tiradas de dados. Se las cargó al hombro y regresó a la posada para reclamar la habitación prometida.
Al volver se cruzó con el alcalde Pascual, quien le dedicó un cortés saludo sin entretenerse a más conversación. Una vez en el interior del edificio se reencontró con la jovial posadera, quien estaba barriendo el serrín sucio para fregar el suelo. Con el viento sur llevándose la humedad del ambiente secaría pronto. A Tudorache le supo mal interrumpirla, pero la buena mujer no se lo tuvo en cuenta. De temperamento locuaz, no paró de hablar mientras lo acompañaba a la que sería su habitación lo que durase su estancia en la localidad.
Gracias a la animada charla de Amelia pudo averiguar que la tal Lorena era la última representante de su familia en la comarca. Por lo visto, sus padres habían vivido muy bien criando cerdos y ovejas. Pero todo aquello se vino abajo con la tristemente famosa peste porcina que asoló la región. Sus hermanos mayores vendieron las tierras que heredaron y marcharon a la capital, donde eran unos prósperos carniceros. Ella en cambio prefirió conservar lo poco que la tocó en suerte y con el tiempo se labró una reputación como experta curandera. Todavía criaba cerdos, una alegre y retozona piara, los cuales, una vez convenientemente engordados, vendía a sus hermanos.
Así era ahora la crianza de animales en la comarca: las mujeres los cuidaban y los hombres los sacrificaban. Llegado a este punto, los chispeantes ojillos de la posadera se apagaron, un recuerdo doloroso la asaltó."