Buenos días.
Son noches cargadas de magia y simbolismo las que se acercan. Os deseo que las viváis conforme plazca a vuestra sensibilidad.
Por mi parte, os ofrezco una nueva entrega de "La Ciudad bajo la Ciudad". Continúo con la Batalla de los Marjales.
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Buenos días.
Son noches cargadas de magia y simbolismo las que se acercan. Os deseo que las viváis conforme plazca a vuestra sensibilidad.
Por mi parte, os ofrezco una nueva entrega de "La Ciudad bajo la Ciudad". Continúo con la Batalla de los Marjales.
"Estaba retorciendo el asta de su lanza plateada para liberarla de otro guerrero derrotado, cuando la sombra de Acerada pasó sobre ella. Su llegada despertó gritos de júbilo entre los fatigados hoplitas, que a tantos de sus camaradas habían visto caer. Pero a los agudos ojos de Meldoried no se le escaparon, ni las marcas de golpes y heridas que arrastraban montura y jinete, ni la fatiga que traicionaban sus movimientos.
Estaban siendo demasiados combates para el veterano paladín. Con torpeza manoseó sus arreos. Necesitaba tomarse una poción que le devolviera sus fuerzas. Una inoportuna ráfaga de viento provocó que Acerada virase y la redoma se le escapó de entre los dedos.
«Ahí va mi última poción. No pasa nada. Un último esfuerzo. Entre los dos podemos con esto y con más.» Pensó Ambrose, siempre voluntarioso y seguro de sí."
"Éste, con oscuros círculos bajo los ojos que evidenciaban el precio pagado, tanteó las ligeras alforjas sujetas a los arreos de su montura, mientras ésta se incorporaba y extendía sus alas, y extrajo una poción de curación que le devolviera parte de la fortaleza dilapidada durante la exigente jornada. Con pulso tembloroso se la llevó a los resecos labios y apuró el espeso líquido carmesí con avidez.
Apenas empezó a sentir sus benéficos efectos, sujetó las riendas de Aguerrida y montó de nuevo. En ese momento, la sombra de sus reagrupados compañeros le cubrió.
—¡Apresúrate! —le urgió Uriah— ¡El orden de batalla se desmorona! ¡Los regimientos del centro persiguen a los hobzs y abandonan sus posiciones! ¡Daimiel y sus caballeros cabalgan ya en pos suyo!
En efecto, así era. Por el flanco izquierdo de la horda penetraban las albicelestes tropas élficas. La cuña formada por su caballería, con la luminosa presencia de su príncipe al frente, atravesaba las escuadras enemigas como un cuchillo candente la mantequilla. Los vociferante dancos les secundaban. La sombría forma del transformado Elugón los comandaba, como un avatar de todo lo que en la naturaleza hay de salvaje y predatorio. Ni él, ni sus bestiales escoltas, encontraban oposición entre los baqueteados hobzs."
Hola, muy buenos días a todos.
Aquí estoy con una nueva entrega de "La Ciudad bajo la Ciudad". La Batalla de los Marjales se acerca a su desenlace.
Hoy los ecos de "Deus vult" resuenan desde la Edad Media, mientras los camaradas de Uriah dejan de hacerle los coros y ocupan el centro de la escena.
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Hola, muy buenos días a todos.
Aquí estoy con una nueva entrega de "La Ciudad bajo la Ciudad". La Batalla de los Marjales se acerca a su desenlace.
Hoy los ecos de "Deus vult" resuenan desde la Edad Media, mientras los camaradas de Uriah dejan de hacerle los coros y ocupan el centro de la escena.
"Comprendiendo lo que sus superiores se disponían a hacer, Jerome y Zacarías se alejaron un par de metros a cada lado. Ellos no habían avanzado lo suficiente en los misterios del Señor del Valor para llevar a cabo tal proeza. Aún así, se sumaron a la salmodia, alzando mazas, martillo y mangual a la luz de los soles.
—Luz que dispersa la oscuridad —entonaron todos a una—. Rayo que hiende el firmamento. Tormo el Justiciero. Martillo que dicta sentencia. Mirada que descubre la mentira. Tormo del Libro. Escudo que protege a los inocentes. Torreón que aleja a los sin ley. Tormo Espejo de Paladines. ¡Tu asistencia invocamos!
Era ya mediodía y en el campo de batalla no cesaba el derramamiento de sangre, cuando dos columnas de luz dorada, ribeteadas de relámpagos y acompañadas de sendos truenos descendieron del cielo. En su interior se adivinaba la blanca luz de los espíritus guerreros enviados en respuesta a sus plegarias. Tal era la intensidad de la energía divina que los sustentaba, que mirarlos directamente cegaba al imprudente. Sus armaduras emitían destellos plateados, sus armas refulgían como el oro, pero eran sus alas blancas, cargadas de energía eléctrica, las que no dejaban lugar a dudas sobre su naturaleza."