Aquí vuelvo con otra entrega de las aventuras de nuestro caballero penitente:
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Hola a todos.
Aquí vuelvo con otra entrega de las aventuras de nuestro caballero penitente:
"Forzando el paso una vez abandonada la espesura y cruzado el arroyo, desde donde un pequeño zorro parecía despedirse de él, al atardecer regresó al asentamiento de los leñadores. Había una gran hoguera en la plaza del lugar y se oía música. Una lujosa carroza con un tiro de seis buenos caballos estaba aparcada a un lado del camino. Cuatro soldados armados con arcos, rodelas y sables lo custodiaban. Vestían el uniforme azul y verde del reino. Lo ligero de su armadura y los turbantes a la manera alrusiana los delataban como miembros de la infantería de marina. Sus monturas pastaban en las inmediaciones. El paladín los saludó al pasar. Ellos, adustos, se limitaron en evaluar su rango de amenaza y sopesar lo oportuno, o no, de cortarle el paso, para finalmente desestimar la idea. Tal vez tuviera algo que ver en su decisión un movimiento de cortinas dentro de la carroza, o tal vez no.
El caso es que un personaje de importancia había recalado en el poblado. Si era para bien o para mal, eso estaba por ver. Bordeó la plaza para echar un vistazo. Los vecinos habían sacado tres largas mesas con sus bancos. En largos espetones daban vueltas a pollos y corderos. Las porciones se distribuían en bandejas de madera. De madera eran también los vasos en que se bebía el licor y la cerveza del lugar. Un trío de rabelistas amenizaba la recepción. El alcalde agasajaba a un noble de pelo rubio platino, piel morena y ojos verdes, vestido de terciopelo y armiño al estilo de la corte, que sonreía afable y se sentaba escoltado por otros dos soldados. Apenas comía las jugosas carnes que tenía ante sí. Y cuando se llevaba el cubilete a los labios era un leve sorbo el que llegaba a su garganta. "
Hola a todos.
Hoy os traigo una nueva entrega de mis relatos:
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Hola a todos.
Hoy os traigo una nueva entrega de mis relatos:
"Fue en los confines de Henarya. A la sombra de las montañas que la separan de Pallanthia. En el lindero de un bosque antiguo y profundo cuya madera llevaban explotando desde tres generaciones atrás. Eran gente recia y pragmática. Resultado de los vaivenes que la fortuna había deparado a los imperios de una y otra costa del Mar Interior. Habían aprendido a valerse por sí mismos y a desconfiar de las supuestas bondades del dominio ajeno. Pero eran extraños en aquel rincón salvaje donde se habían internado y desconocían los poderes que allí habitaban.
Una manada de bestias atacaba a los leñadores y destruía sus aserraderos. Los astilleros del reino reclamaban más y más madera. Si no satisfacían sus demandas, perderían sus encargos. De ser así, la supervivencia del asentamiento peligraba. Por eso mandaron buscar aventureros y cazadores de monstruos que los protegieran. Varios habían acudido atraídos por la suculenta recompensa. Pero ninguno había regresado para cobrarla. Esas nuevas le llegaron al caballero negro en su peregrinar y hacia allí dirigió sus pasos con el mejor de los propósitos."
Hola a todos, buenos días.
Sigo al teclado y permanezco en compañía del paladín penitente.
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Hola a todos, buenos días.
Sigo al teclado y permanezco en compañía del paladín penitente.
"Apartada la incertidumbre, Tudorache el Descarriado espoleó suavemente a su montura. Marchando al paso llegaron ante los gruesos portones reforzados con láminas y tachones de hierro del baluarte. A un antiguo maestre de la orden le debió parecer redundante que el acceso principal estuviese decorado con el símbolo de la torre. De manera que era la silueta de un águila con las alas extendidas el blasón que se dividía entre las jambas ahora abiertas. Los rastrillos estaban levantados. Cuatro jóvenes lanceros de blancos tabardos sobre las cotas de anillos los custodiaban desde la sombra del pasillo abovedado.
Al percatarse de su llegada, dos de ellos le salieron al paso, en tanto que los otros dos adoptaron una postura más respetuosa colocándose a ambos lados con la espalda en la pared. Al menos otros tantos había visto patrullar por parejas la cinta amurallada. Semejante despliegue lo habría anonadado de no ser por los indicios de prosperidad que había presenciado por el camino.
—¡El caballero negro regresa al Nido! —se presentó ante aquellos reclutas que no conocía, al tiempo que sujetaba en alto por su cadena de plata el silbato de marfil que lo identificaba como miembro superviviente del Círculo Interior.
—¡Bienvenido sea el caballero que regresa! —lo saludaron con sincero gozo en la voz— ¡El Maestre Zacarías lo espera!
—Podéis confiarnos vuestra montura y arreos, caballero —añadió el más alto de los dos—. Nosotros nos ocuparemos de ellos.
—Así sea —concedió él descabalgando—. Tened paciencia con Mordiscos —avisó al tiempo que les confiaba su yelmo y sus armas, pero se echaba las pesadas alforjas al hombro—. Ha perdido la costumbre de tener más compañía que la mía."